HELLMONK DE ESHMIR
El clan de los Sguerrak era una tradicional familia eshmiriana adaptada
al ritmo de vida en una ciudad de provincias. Allí nació Hellmonk
en el año 194, cuarto hijo de un modesto escribano y su sirvienta.
Su padre, Homuun, había sido destinado a la ciudad de Merkin por el
consejo de notables y se encargaba de registrar los juicios y
reuniones de la urbe. Su mujer, Chiela, había sido maestra y ahora
cuidaba a su prole.
Según la costumbre local, al cumplir cuatro años, cada uno de los cuatro
hijos de Homuun y Chiela fue llevado a los sacerdotes para que
estudiasen su carta astral. El mayor fue identificado como excelente
caballero y, al cumplir los seis, enviado a Elwher, la capital, para
formarlo como soldado y que sirviese al gobierno. El segundo tenía
su destino vinculado a la religión y con cinco años fue entregado a
un seminario del Caos. El tercer hijo fue una niña y fue enviada a
servir en la casa de un barón. Permanecería allí hasta cumplir los
dieciséis, esperando que sus que sus padres le encontrasen
marido.
Hellmonk nació seis años después que su hermana y casi doce más tarde que
el primogénito. Se encontró, con apenas cuatro años, que sus
hermanos habían abandonado el hogar en busca de un destino mayor.
Sus padres le llevaron en tres ocasiones a los sacerdotes, pero estos
no supieron descubrir su futuro óptimo: tenía algo de guerrero y de
hechicero, una pizca de comerciante y leves inclinaciones hacia el
Caos. Pero nada determinante. Sorprendidos, sus padres decidieron
esperar a que creciese.
La elección
En las grandes celebraciones del año 203, cuando Hellmonk acababa de
cumplir los nueve años, toda la familia se reunió en Elwher, en
casa del ya anciano Marnyt. El octogenario mago, padre de Homuun,
quiso celebrar el doscientostresavo aniversario del final de la
guerra de las Armaduras Negras uniendo a el clan Sguerrak completo.
Un total de ciento veinte personas, durante cinco días, se
instalaron en su mansión y aldeas vecinas. Allí había un conde,
cuatro caballeros, una docena de sacerdotes y muchos funcionarios.
En aquel encuentro Hellmonk entendió la grandeza de su familia y tomó
la decisión de intentar superarlos a todos para que estuviesen
orgullosos de él. Aún esperó tres años más y un día se fugó de
casa para unirse a una banda de mercenarios que combatían a los
bárbaros del desierto. Una luna más tarde regresó a casa con una
muñeca destrozada, medio muerto de sed y con algunas cicatrices de
las que presumir.
Un nuevo intento
Una vez recuperado de sus desastrosa experiencia, Hellmonk esperó a
cumplir los quince para pedir la admisión en la orden religiosa de
los Creyentes de Slortar, una de la más poderosas órdenes de
sacerdotes guerreros de Eshmir. Permaneció entre sus filas casi dos
años antes de rendirse. Sus compañeros tenían visiones de los
dioses, disfrutaban de la férrea disciplina y participaban en
numerosos sacrificios. En cambio, Hellmonk no sentía ninguna
respuesta a sus oraciones, la disciplina le parecía exagerada y los
sacrificios aburridos e innecesarios.
Nuevamente en su hogar, conoció a una campesina de hermosos ojos almendrados e
informó a sus padres que deseaba casarse con ella. Para entonces sus
hermanos habían formado todos sus propias familias y estaban bien
situados dentro de la cerrada sociedad eshmiriana. Homuun, viendo en
aquella boda la oportunidad de encarrilar la vida de su hijo, le
entregó una generosa dote y la nueva pareja se trasladó a vivir a
una hacienda situada a treinta leguas.
Prueba y error
La nueva vida, trabajando los campos de sol a sol, negociando con
mercaderes y sufriendo por las cosechas, agrió el carácter de
Hellmonk. Durante cuatro años puso todo su empeño en convertir
aquellas tierras en un próspero negocio y fracasó. Y no únicamente
en ese aspecto. Vivir tan cerca del desierto y alejados de la capital
suponía un problema adicional. Al final, en el año 215, ella le
abandonó por un mercader ilmiriano y Hellmonk regresó con su
familia. Pero no fue bien acogido.
Homuun había envejecido y estaba casi sordo. Chiela le cuidaba y no deseaba
tener que preocuparse por el fracasado de su hijo. Como última
solución, le enviaron con un primo que era mago. No había servido
como soldado, sacerdote ni campesino. Quizás sus habilidades eran de
otro tipo.
Por desgracia, el tío Pokon no quería un pupilo sino un sirviente y
durante tres años explotó sin compasión a Hellmonk. Le hizo
trabajar de cocinero, cuidador del establo, mensajero e incluso
veterinario. Y ni una sola vez lo hizo lo bastante bien como para
satisfacerle. Con veinticuatro años, Hellmonk recibió la noticia
del fallecimiento de su padre. Cansado de trabajar para Pokon,
abandonó sus tierras y se encaminó al Vilmiro.
Decisión
Vilmiro resultó ser una gran ciudad, nada que ver con Merkin ni con Elwher. Durante casi dos años Hellmonk trabajó como escribano, asistente en una academia de magia e incluso curandero. Entonces lo entendió: no era un gran experto en nada, pero sabía de todo. ¡Esa era la solución a su situación!.
Vilmiro resultó ser una gran ciudad, nada que ver con Merkin ni con Elwher. Durante casi dos años Hellmonk trabajó como escribano, asistente en una academia de magia e incluso curandero. Entonces lo entendió: no era un gran experto en nada, pero sabía de todo. ¡Esa era la solución a su situación!.
Al cumplir los 27 años, con los ahorros reunidos, compró un pasaje a
Lormyr. Su intención era clara: se dirigiría al sur y se
establecería en Losaz o Stegasaz. Eran ciudades muy alejadas donde
tendría posibilidades de obtener el respeto local y labrarse una
buena posición con sus habilidades. Mas el destino tenía otros
planes: su barco fue asaltado por piratas filkharianos y acabó con
lo puesto en Sedonka, una diminuta aldea de Lormyr. Allí conoció a
unos aventureros llamados Grey Ash y Eibi y decidió unirse a ellos.
Donde había fracasado en solitario, podía triunfar en grupo.
Lo que él no tenía forma de saber es que de ese modo estaba renunciando a una vida tranquila. La Profecía ya había puesto sus ojos en él.