lunes, 27 de octubre de 2014

Eibi de Dorel

Iniciamos con este post algo que nos han solicitado varias personas. Al leer los libros, continuamente aparecen sus protagonistas, pero el lector no tiene herramientas para entender su origen ni afiliación. Por ello se nos ha ocurrido hacer algunos post sobre los personajes más destacados del libro. Evidentemente, todo lo que aquí se explica, es anterior al inicio del primer libro.

EIBI DE DOREL

Eibi hijo de Guntar, llamado por amigos y familiares simplemente Eibi, es sin duda uno de los cinco protagonistas principales de la saga de libros EL OCASO DE LOS DIOSES. Junto con sus compañeros Antannos, Worso, Hellmonk y Grey Ash recorre el mundo enfrentándose a toda clase de enemigos para defender a los suyos.

Sus orígenes

Nació en el año 192 de la nueva era en la aldea de Kiesel, pocas leguas al sur de las Colinas Muertas. Su padre, un minero de amplia espalda y gran sentido del humor llamado Guntar, se había casado con una vecina y amiga de la infancia, Liebel, tres años antes. Fruto de su amor nació Eibi un gélida mañana de invierno.

El pequeño Eibi se vio dos años más tarde acompañado por Meisuk, un hermano de carácter alborotado, poderosos pulmones y negros rizos indomables. Y si no hubiese sido por unas terribles fiebres en la primavera del año 199, también habría crecido en compañía de una hermana.

Guntar, para poder mantener a su familia, se pasaba el día en la mina trabajando y los dos hermanos fueron criados por su madre y el hermano de esta, pues ambos regentaban una pequeña taberna. El tío Hachón, tabernero de buen carácter que los tenía la mayor parte del día sirviendo mesas y haciendo encargos, además de dejarles probar todos sus brebajes, les inculcó su filosofía de vida: honradez, modestia y esfuerzo.

Juventud

Al crecer, Meisuk mostró interés por hacer lo mismo que su padre y con doce años ya lo acompañaba a la mina. Por contra, Eibi prefería estar al aire libre y empezó a trabajar de granjero. Primero como peón de vecinos y parientes y al final en una pequeña parcela que compró con los ahorros de su madre.

La pasión del joven granjero se centró en las patatas y la cebada hasta que cumplió los dieciséis años, edad en la que todo joven dolerita viajaba a la capital, Sirmonte, para incorporarse a la milicia e instruirse como un auténtico ciudadano. Dorel, al sudeste de los Reinos Jóvenes, aislado del resto del continente por las peligrosas Colinas Muertas, veía constantemente amenazada su tranquilidad por las bestias del caos que habitan dicha zona y los confines de los Reinos Jóvenes.

Eibi, lleno de energía y entusiasmo, fue destinado a proteger los importantes caminos que cruzan las Colinas Muertas hacia Pikarayd. Este periodo de instrucción militar que se acabó alargando casi dos años por la necesidad de mantener patrullas continuas, marcó el carácter de Eibi. En los fuegos de los campamentos se repetían las leyendas contadas generación tras generación que explicaban como Melnibone, cuando dominaba con autoridad y puño de hierro todos los reinos conocidos, sofocó con crueldad la rebelión de la ciudad de Thergan, una de las mayores urbes de Dorel. Los doleritas, aterrorizados, abandonaron la ciudad y se refugiaron en las montañas. Melnibone, para dar ejemplo al resto de pueblos, envió soldados, dragones, demonios y perversas magias convirtiendo las fértiles colinas en un paraje desolado, lleno de muerte y peligros.  Los pocos supervivientes fueron esclavizados y forzados a minar hasta que morían con el pico el mano. Los doleritas hicieron de su castigo una virtud y se acostumbraron a trabajar y edificar en cuevas hasta el punto que cuando Melniboné se retiró de aquellas tierras, muchos mantuvieron este estilo de vida.

Esas historias, cargadas de rencor y detalles escabrosos, crearon un sentimiento de profundo desprecio y desconfianza hacia los melniboneses, a los que Eibi llamaba monstruos o orejas puntiagudas despectivamente.

El periodo militar curtió a Eibi en el combate. Su enemigo eran antiguas criaturas caóticas, seres que no sentían miedo ni respetaban las reglas del honor. Eibi aprendió rápido que en este tipo de combates no cabía la posibilidad de la duda, se podía rehusar la confrontación, pero si esta llegaba, había que ser implacable.

Durante este período también vio el uso que se le daba a la magia y entendió que su principal característica era la capacidad de destruir. Por ello desconfiaba de ella. Prefería contar con sus propias habilidades: su ancha espalda, ideal para cargar los sacos de avena y sus fuertes brazos y piernas perfectos para apartar la tierra con el arado.

Orientando su vida

Al finalizar el periodo militar pasó otro año en Sirmonte, la capital de Dorel, en casa de sus primos, los hijos del tío Hachón. Sirmonte era prácticamente la única auténtica ciudad de Dorel y concentraba el comercio con el que se mantenía contacto con el resto de reinos. Hacía poco que el rey había empezado abrir Dorel  al exterior.

Para la mente de Eibi, confinada toda su infancia en una tranquila región, oír hablar de grandes reinos, trozos de madera gigantes que viajaban por ríos tan anchos que no se veía la orilla opuesta o saber que había gente que medía más de cinco pies de alto fue, como un terremoto.

Cuando el dorelita, ya todo un hombre de casi 20 años, regresó a su hogar, se reencontró con los suyos y volvió a centrarse en sus campos. Una vez al año sus primos acudían de la ciudad para llevarles herramientas y celebrar la llegada de la primavera. En estas visitas Eibi les preguntaba por el mundo y estos le hablaban de los nuevos reyes, de las batallas entre condes y nuevos productos que llegaban del otro lado del mar. El corazón del valeroso granjero se fue llenando de curiosidad y de deseos de ver aquellas cosas que no podía imaginar. Pero su responsabilidad con la familia, especialmente con Liebel que al envejecer había empezado a tener problemas con el corazón, le mantenían ocupado. También ayudaba ocasionalmente a su tío y a veces incluso en la mina. En su tiempo de ocio practicaba el balón brutal y la lucha libre. Incluso se unió ocasionalmente a grupos de cazadores que iban a las Colinas Muertas para mantener la rutas hacia el norte limpias de bestias y ladrones.

El día de su 25 cumpleaños su padre le regaló una hermosa piedra que había hallado en lo más profundo de la mina. Era pequeña y ligera, mayormente marrón, pero con unos hermosos cristales salpicando su superficie. Guntar le dijo que era una semilla de montaña y debía partir en busca de un lugar donde plantarla, para que su sombra trajera prosperidad a la zona, pues como dicen los dorelitas: donde hay una montaña hay vida.

Durante tres años Eibi aprovechó sus días libres para buscar un lugar adecuado por Dorel y no lo encontró. Todas las ciudades y villas crecían ya cerca de montañas y ríos. Cuando se lo comentó a su madre, mucho más delgada y con los cabellos completamente plateados, esta le dijo con una triste sonrisa que posiblemente era porque Grome deseaba que la plantase en algún otro lugar. Luego le dio un fuerte abrazo. Antes de diez días el valiente granjero había preparado un mochila con sus cosas y partió.
 
Su destino

Poco se puede hablar de esto sin desvelar la trama de los libros que protagoniza. El punto principal es que en el año 221, cuando Eibi tenía casi 29 años, partió de su hogar para buscar donde plantar la semilla de montaña. Y por otra razón no menos importante: su  cerebro deseaba descubrir ese mundo del que le han hablado y ver que había más allá del reino de Dorel. Por ello atravesó el Continente Sur completo a pie, en dirección a Lormyr, donde iba conocer a los que serían sus compañeros de aventuras.

Durante los tres años en que suceden todos los hechos narrados en los libros, Eibi tiene que convivir con gente de muy diferentes reinos, razas y clase social, haciéndole cuestionar sus prejuicios iniciales sobre las personas que va conociendo por su origen o afinidad a la magia, y aprendiendo a temer a los cadetes pantanianos. Y, por supuesto, encontrando a su mayor rival: el odioso y cobarde Summoner.