Iniciamos con este post algo que nos han solicitado varias personas. Al leer los libros, continuamente aparecen sus protagonistas, pero el lector no tiene herramientas para entender su origen ni afiliación. Por ello se nos ha ocurrido hacer algunos post sobre los personajes más destacados del libro. Evidentemente, todo lo que aquí se explica, es anterior al inicio del primer libro.
EIBI
DE DOREL
Eibi
hijo
de Guntar, llamado por amigos y familiares simplemente Eibi, es sin
duda uno de los cinco protagonistas principales de la saga de libros
EL OCASO DE LOS DIOSES. Junto con sus compañeros Antannos, Worso,
Hellmonk y Grey Ash recorre el mundo enfrentándose a toda clase de
enemigos para defender a los suyos.
Sus
orígenes
Nació
en el año 192
de
la nueva era en la aldea de Kiesel, pocas leguas al sur de las
Colinas Muertas. Su padre, un minero de amplia espalda y gran sentido
del humor llamado Guntar,
se había casado con una vecina y amiga de la infancia, Liebel,
tres años antes. Fruto de su amor nació Eibi un gélida mañana de
invierno.
El
pequeño Eibi se vio dos años más tarde acompañado por Meisuk, un
hermano de carácter alborotado, poderosos pulmones y negros rizos
indomables. Y si no hubiese sido por unas terribles fiebres en la
primavera del año 199, también habría crecido en compañía de una
hermana.
Guntar,
para poder mantener a su familia, se pasaba el día en la mina
trabajando y los dos hermanos fueron criados por su madre y el
hermano de esta, pues ambos regentaban una pequeña taberna. El tío
Hachón, tabernero de buen carácter que los tenía la mayor parte
del día sirviendo mesas y haciendo encargos, además de dejarles
probar todos sus brebajes, les inculcó su filosofía de vida:
honradez, modestia y esfuerzo.
Juventud
Al
crecer, Meisuk mostró interés por hacer lo mismo que su padre y con
doce años ya lo acompañaba a la mina. Por contra, Eibi prefería
estar al aire libre y empezó a trabajar de granjero. Primero como
peón de vecinos y parientes y al final en una pequeña parcela que
compró con los ahorros de su madre.
La
pasión del joven granjero se centró en las patatas y la cebada
hasta que cumplió los dieciséis años, edad en la que todo joven
dolerita viajaba a la capital, Sirmonte,
para incorporarse a la milicia e instruirse como un auténtico
ciudadano. Dorel, al sudeste de los Reinos Jóvenes, aislado del resto
del continente por las peligrosas Colinas Muertas, veía
constantemente amenazada su tranquilidad por las bestias del caos que
habitan dicha zona y los confines de los Reinos Jóvenes.
Eibi,
lleno de energía y entusiasmo, fue destinado a proteger los
importantes caminos que cruzan las Colinas Muertas hacia Pikarayd.
Este periodo de instrucción militar que se acabó alargando casi dos
años por la necesidad de mantener patrullas continuas, marcó el
carácter de Eibi. En los fuegos de los campamentos se repetían las
leyendas contadas generación tras generación que explicaban como
Melnibone, cuando dominaba con autoridad y puño de hierro todos los
reinos conocidos, sofocó con crueldad la rebelión de la ciudad de
Thergan, una de las mayores urbes de Dorel. Los doleritas,
aterrorizados, abandonaron la ciudad y se refugiaron en las montañas.
Melnibone, para dar ejemplo al resto de pueblos, envió soldados,
dragones, demonios y perversas magias convirtiendo las fértiles
colinas en un paraje desolado, lleno de muerte y peligros. Los
pocos supervivientes fueron esclavizados y forzados a minar hasta que
morían con el pico el mano. Los doleritas hicieron de su castigo una
virtud y se acostumbraron a trabajar y edificar en cuevas hasta el
punto que cuando Melniboné se retiró de aquellas tierras, muchos
mantuvieron este estilo de vida.
Esas
historias, cargadas de rencor y detalles escabrosos, crearon un
sentimiento de profundo desprecio y desconfianza hacia los
melniboneses, a los que Eibi llamaba monstruos o orejas puntiagudas
despectivamente.
El
periodo militar curtió a Eibi en el combate. Su enemigo eran
antiguas criaturas caóticas, seres que no sentían miedo ni
respetaban las reglas del honor. Eibi aprendió rápido que en este
tipo de combates no cabía la posibilidad de la duda, se podía
rehusar la confrontación, pero si esta llegaba, había que ser
implacable.
Durante
este período también vio el uso que se le daba a la magia y
entendió que su principal característica era la capacidad de
destruir. Por ello desconfiaba de ella. Prefería contar con sus
propias habilidades: su ancha espalda, ideal para cargar los sacos de
avena y sus fuertes brazos y piernas perfectos para apartar la tierra
con el arado.
Orientando
su vida
Al
finalizar el periodo militar pasó otro año en Sirmonte, la capital
de Dorel, en casa de sus primos, los hijos del tío Hachón. Sirmonte
era prácticamente la única auténtica ciudad de Dorel y concentraba
el comercio con el que se mantenía contacto con el resto de reinos.
Hacía poco que el rey había empezado abrir Dorel al exterior.
Para
la mente de Eibi, confinada toda su infancia en una tranquila región,
oír hablar de grandes reinos, trozos de madera gigantes que viajaban
por ríos tan anchos que no se veía la orilla opuesta o saber que
había gente que medía más de cinco pies de alto fue, como un
terremoto.
Cuando
el dorelita, ya todo un hombre de casi 20 años, regresó a su hogar,
se reencontró con los suyos y volvió a centrarse en sus
campos. Una vez al año sus primos acudían de la ciudad para
llevarles herramientas y celebrar la llegada de la primavera. En
estas visitas Eibi les preguntaba por el mundo y estos le hablaban de
los nuevos reyes, de las batallas entre condes y nuevos productos que
llegaban del otro lado del mar. El corazón del valeroso granjero se
fue llenando de curiosidad y de deseos de ver aquellas cosas que no
podía imaginar. Pero su responsabilidad con la familia,
especialmente con Liebel que al envejecer había empezado a tener
problemas con el corazón, le mantenían ocupado. También ayudaba
ocasionalmente a su tío y a veces incluso en la mina. En su tiempo
de ocio practicaba el balón brutal y la lucha libre. Incluso se unió
ocasionalmente a grupos de cazadores que iban a las Colinas Muertas
para mantener la rutas hacia el norte limpias de bestias y ladrones.
El
día de su 25 cumpleaños su padre le regaló una hermosa piedra que
había hallado en lo más profundo de la mina. Era pequeña y ligera,
mayormente marrón, pero con unos hermosos cristales salpicando su
superficie. Guntar le dijo que era una semilla de montaña y debía
partir en busca de un lugar donde plantarla, para que su sombra
trajera prosperidad a la zona, pues como dicen los dorelitas: donde
hay una montaña hay vida.
Durante
tres años Eibi aprovechó sus días libres para buscar un lugar
adecuado por Dorel y no lo encontró. Todas las ciudades y villas
crecían ya cerca de montañas y ríos. Cuando se lo comentó a su
madre, mucho más delgada y con los cabellos completamente plateados,
esta le dijo con una triste sonrisa que posiblemente era porque Grome
deseaba que la plantase en algún otro lugar. Luego le dio un fuerte
abrazo. Antes de diez días el valiente granjero había preparado un
mochila con sus cosas y partió.
Su
destino
Poco
se puede hablar de esto sin desvelar la trama de los libros que
protagoniza. El punto principal es que en el año 221, cuando Eibi
tenía casi 29 años, partió de su hogar para buscar donde plantar
la semilla de montaña. Y por otra razón no menos importante: su
cerebro deseaba descubrir ese mundo del que le han hablado y
ver que había más allá del reino de Dorel. Por ello atravesó el
Continente Sur completo a pie, en dirección a Lormyr, donde iba
conocer a los que serían sus compañeros de aventuras.
Durante
los tres años en que suceden todos los hechos narrados en los
libros, Eibi tiene que convivir con gente de muy diferentes reinos,
razas y clase social, haciéndole cuestionar sus prejuicios iniciales
sobre las personas que va conociendo por su origen o afinidad a la
magia, y aprendiendo a temer a los cadetes pantanianos. Y, por
supuesto, encontrando a su mayor rival: el odioso y cobarde Summoner.
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